Concierto en el Teatro Al Hourria, en Fez (Marruecos), el 18 de septiembre de 2019
Formación:
Albert «Masapan» Casanova: Bajo y coros
Victor Aceituno: Batería
Jesús Bravo «Cachuli»: Teclado y coros
Samuel Leví: Guitarra, armónica, y voz principal.
Llevo un tiempo lejos de las redes sociales y de la pantalla del ordenador, pero tenía motivos de peso. Gracias a la Embajada de España y al Instituto Cervantes en Marruecos, pude viajar a presentar mi último disco allí hace apenas unos días. Hemos alcanzado ya la decena de países visitados con este álbum. Un sueño hecho realidad.
La idea de visitar un nuevo país con las canciones era sencillamente fascinante. Hacerlo tan bien acompañado por mis viejos amigos, un lujo. Nos conocimos hace 14 años en La Habana. Desde entonces amigos y compañeros. Ver el cariño con el que te recibe el público, el interés que se genera, las ganas de disfrutar que tenemos todos, los que estamos encima y debajo del escenario… no importa el idioma, de verdad que no.
Marruecos, tan cercano y tan distante. Ojalá que ésta haya sido la primera de muchas visitas a éste hermoso e interesante país. Un orgullo enorme el poder viajar con y a través de las canciones por el mundo adelante. Algo por lo que siempre le estaré agradecido a la música. Ésta vez estuve muy bien acompañado por «los niños perdidos»; amigos y compañeros de aventuras. «El cuarteto de La Habana» haciendo de las suyas 14 años después. Y es que hay amigos para la vida que siempre quieres tener cerca.
El público de diez; por el recibimiento y por el trato que nos dio, y también por el ánimo que nos inyectó sobre el escenario.
Me he puesto ya a preparar la Gira V Aniversario de «Filias y Fobias» que daremos el próximo verano 2020. Os mantendré al tanto. ¡Un abrazo!
Gracias a la Embajada de España y al Instituto Cervantes en Marruecos por hacerlo posible.
Típico domingo casero en el que “fedellando” (tratar de hacer algo por entretenimiento, sin saber exactamente qué hacer, por pasar el rato) entre unas cosas y otras, terminas -no sabes muy bien cómo- actualizando tu CV y descubriendo un dato no menor; he dado más de 500 conciertos a lo largo de mi carrera. No tenía ni la menor idea. La compañía discográfica, la agencia, el representante, el manager… que nunca he tenido, habrían corrido a publicar la noticia y felicitarme públicamente mientras aprovechan para hacer publicidad sobre mi música, y he pensado que, sin tanto artificio, sin altanería ni bravuconería, debía compartir la noticia, porque verdaderamente me hace sentir orgulloso y feliz y porque no es algo que pase todos los días. ¡A saber si vuelvo a hacer algo parecido! ¡Nunca se sabe!
Uno no cuenta los conciertos como si de cromos se tratase. No es una competición por ver quién toca más o cuántos conciertos eres capaz de dar en una semana. Entre los compañeros sí nos comentamos cuando estamos “en racha” y nos salen muchas fechas y de pronto te ves haciendo “dobletes” y hasta “tripletes” en un mismo día, un “iroman” en toda regla, a prueba de cuerdas vocales, kilómetros de carretera, y concentración máxima. En la mayor parte de los casos te ves abocado a hacerlos no sólo porque sea algo que te gusta y te llena hacer, sino por la necesidad de aprovechar los momentos en los que más trabajo te sale, porque no olvidemos que esto es una profesión, y que por mucho que te fascine, has de llenar la nevera (o al menos decorarla un poco más allá del medio limón, el paquete de salchichas, y el cartón de leche ya empezado hace días), pagar la factura de la luz, y cambiar esos vaqueros rotos de las rebajas del 2010 que piden a gritos un descanso eterno o una reconversión como trapo de piso.
Dar conciertos es, para mí, un acto de conexión con los demás. El momento de entrar en un diálogo con el otro. Un momento para compartir. Las sinergias que se producen cuando tocas con otros músicos, la conversación no verbal que se crea con el que escucha, la forma de trasmitir algo tuyo, que es a la vez algo nuestro cuando otros se lo apropian, es una sensación realmente fascinante. Los miedos y las dudas que te envuelven, el exponerte ante los demás, a sus críticas, a sus comentarios, a su juicio, el enfrentar tus límites y tratar de superarlos… Cualquiera que se haya subido alguna vez a un escenario, que haya tenido que hablar ante un público expectante, etc. Sabe lo liberadora que resulta la sensación una vez terminas, y esas ganas que te entran de corregirte y mejorarte para la siguiente ocasión. Atrapa. O quizás no, quizás no sea algo agradable para ti y no quieras revivirlo nunca. Hay artistas que sufren de miedo escénico. Imagino por lo que deben pasar y me parece horroroso.
A mí me gusta mucho dar conciertos, siempre me gustó, desde que con 15 años empecé por mi cuenta y riesgo, sin tener muy claro de qué iba todo esto. Lo que más me gusta es cantar, eso siempre lo he sabido. De cerca le sigue el componer canciones. Tengo más de cien canciones y son como un tesoro para mí. Una fotografía musical de todo lo que he vivido, imaginado, pensado, y creído a lo largo de mi vida. Aciertan cuando dicen que uno está dentro de sus canciones y que una parte de sí mismo vive en ellas. Es algo que dejas a los tuyos o a quien quiera acercarse a ti. Supongo que como un cuadro, un texto, o una imagen. Después está el grabar discos, el tocar la guitarra, y otras muchas facetas musicales, que algunas me gustan y otras ni tanto.
Sé que vendrán más conciertos, y que seguiré en los bares, en los cafés, en las salas de conciertos, en los colegios, en los centros culturales, en campings, paradores, albergues, autobuses, algún que otro teatro, y allá dónde me inviten. Seguirá siendo difícil verme en un festival (explicar esto daría para otro artículo), ni en los grandes espacios controlados por las grandes corporaciones. Ahí posiblemente no, porque quienes los dirigen no son grandes músicos, sino expertos contadores de monedas.
Llegados a este punto, voy a compartir un archivo que guardo desde hace décadas, y que aunque con toda probabilidad contiene algunos errores es bastante fidedigno. Se trata de un histórico de los conciertos que he dado. Quizás a alguien le pueda ser de utilidad para localizar locales en los que poder dar conciertos, nunca está de más compartir la información con quien pueda necesitarla.
Vamos con el capítulo de anécdotas y curiosidades:
Una vez tocamos para casi 5.000 personas en las fiestas de Barajas (Madrid). Algunas veces no ha venido nadie y también he tocado. Para la persona que me invitó, o para quien me acompañó a dar el concierto.
Ha habido de todo; un concierto en Italia para 2.000 personas, y otro en Francia para los peregrinos del camino de Santiago; una época de residente en el Café UF, y otra anterior en el Bar Teide, cuando empezaba.
He tocado con Luis Eduardo Aute, Pedro Guerra, Quique González, Revolver, Javier Álvarez… pero he disfrutado tanto o más con otros compañeros mucho menos conocidos y a los que valoro igual.
He tenido la suerte de poder viajar con mi música a Hungría, Italia, Francia, Cuba, México, Chile, Argentina, Portugal…
Una vez cobramos 2.000€ por un concierto (se repartió entre tantos compañeros que no recuerdo cuánto me quedó, pero sé que no me hizo ni el mes), y en una ocasión llegué a perder 80€, algo que me enojó mucho. Pagar por tocar es el colmo. Nunca, jamás lo permitan.
Un día para nuestra historia, vendimos 285 entradas en la Sala Mondo de Vigo. Juntar esa gente en un local de la ciudad es algo muy inusual para grupos independientes locales. Tienes que tener muchos amigos o dejar a deber muchos favores.
Mientras canto, me han pedido canciones de otros artistas, -demasiadas canciones de Sabina-, y sólo canté “Pongamos que hablo de Madrid” en un par de ocasiones.
He dado un concierto exclusivo para polacos que debió encantarles a pesar de mi inglés, ya que todas las personas me compraron un disco; eran diez.
He tocado para sesenta personas que estaban completamente desnudas en un camping en Murcia; la cosa no pasó a mayores.
Me siguen preguntando ¿Y a qué más te dedicas? ¿En qué trabajas?
A modo de consejo/recomendación, me han dicho que debería ir a Operación Triunfo. Este hecho me ha deprimido enormemente.
Un bar, en el que no tenían ganas de pagarme, llegó a ofrecerme unas rayas de cocaína a cambio. Preferí el dinero. Soy un tipo sano.
Una vez, tras un desencuentro con los dueños de un bar en Valladolid, se dio la bizarra situación de que terminamos cobrando nuestro salario en “Huesitos” (barra de chocolate y galleta que -aunque está buenísima- no sustituye el cobro de tu sueldo).
Fui el 1er músico en tocar en el Palacio de Congresos y Auditorio Mar de Vigo, el 7 de abril de 2011, aunque algunos medios y algunas publicaciones omitan este detalle, agradezco que se diga la verdad y se reconozcan los hechos, por poco valiosos que puedan ser.
Lo dicho, ha habido para todos los gustos y colores. Tendría que pararme a hacer memoria, pero creo que este resumen está bastante completo. Supongo que siento que tocaba hacer parada y fonda, y sentarme a pensar y a valorar el camino recorrido. A veces es muy frustrante esta carrera y te invade el desencanto. Espero seguir ilusionado y con ánimo para subirme a los escenarios, con mayor o menor frecuencia. En los próximos días publicaré mi último concierto en Buenos Aires (por un tiempo), y mi único concierto en Vigo de este verano, además de las fechas de la gira de los próximos meses. Está de más decirlo, pero siempre sois bienvenidos/as en los conciertos.
Hace 30 años que en Galicia muere más gente que la que nace ¡30 años! 30 años de saldo vegetativo negativo. Si seguimos con esta dinámica, en quince años, la población gallega no alcanzará los 2,5 millones de habitantes, la mayor parte de los cuales, serán ancianos. En Ourense nacen 5,7 bebés por cada mil habitantes, la 7ª ciudad con un índice de tasa de natalidad más bajo de toda Europa y el 2º de toda España.
Pero no seamos tan dramáticos, porque al menos en este caso -por suerte- el problema tiene solución, y parece que está en nuestras manos. Se entiende que unos por otros, la casa sin barrer, y es que es muy difícil sentirse responsable directo de este problema, aun siendo gallego y formando parte activa de la comunidad, porque los problemas de índole demográficos como éste no se aprecian en las distancias cortas (no hay más ciego que quien no quiere ver), y al ser algo de índole tan global, con un alcance tan extenso, nadie va a abanderar el movimiento del “repoblemos nuestra tierra” en carne propia, porque sería absurdo. Es más que obvio, que la iniciativa ha de partir de las instituciones, y que desde un punto de vista político, habrá que ayudar e incentivar debidamente a las familias para facilitar la posibilidad de que se fomente la natalidad, más allá de implementar planes económico-sociales que favorezcan la llegada de más inmigrantes, que aunque para algunos sea como gritar al aire “que vienen los rusos”, lo cierto, con los datos en la mano, es que se ha demostrado por activa y por pasiva, las bondades de contar con la aportación que ofrecen las comunidades de inmigrantes que se instalan en la comunidad, cuando lo hacen, que por desgracia para el interés general, es en contadas ocasiones. Desde luego, de no contar con el favor de la inmigración, los datos existentes en la actualidad serían alarmantes… si no lo son ya, que siendo realistas, lo son.
El pasado año 2018, la Xunta de Galicia destinó el 41% de su presupuesto a la Sanidad, recibiendo el Servicio Gallego de Salud, el mayor presupuesto desde su creación. Galicia está mayor y está enferma, y requiere de muchos cuidados y atenciones, así que -para todos aquellos que aún no se habían dado cuenta- una población envejecida repercute en todos los miembros de la comunidad de la misma manera, con una exigencia económica tremenda, que afecta también al resto de ministerios que conforman el gobierno de esta, nuestra sociedad. Más medicamentos, más atención sanitaria, más operaciones, más gasto hospitalario, … Un 13% de los gallegos tienen más de 75 años, y representaron casi el 40% del gasto anual en recetas. Quien esté al cuidado de sus mayores, sabe lo que significa porque lo vive en carne propia día tras día. Nuestros abuelos nos necesitan y cada vez nos resulta más complicado poder ayudarles como corresponde.
Pedrafita do Cebreiro
En unos años, encontrarse con un adolescente gallego en algunas localidades será toda una sorpresa, porque apenas habrá. En mi clase del colegio recuerdo que no había ni un solo alumno negro, y que en aquellos vetustos años ochenta, apenas conocía a una chica africana que vivía por mi barrio y a una pareja de asiáticos que regentaban un restaurante al que me encantaba ir a comer. Encontrarse con ellos era algo llamativo. La globalización y la mejora de los transportes y las comunicaciones… rompieron un poco las fronteras en este sentido, y hoy es mucho más común la interrelación racial a cómo lo era hace 30 años, pero mucho me temo, que éste proceso de envejecimiento poblacional, va a mostrarnos un escenario nunca antes visto y para el que dudo que estemos preparados; los niños serán -de seguir en esta línea- una auténtica rareza en nuestras calles. Y yo que soñaba con aquello de “ojalá que los niños vuelvan a jugar en las calles” ¿Qué niños? ¡Si no hay!
Hoy, casi el 25% de los gallegos están jubilados, y esta cifra aumentará hasta el 33% en apenas poco más de diez años. Es difícil mantener un estado de bienestar como el nuestro con estos datos. Pronto la esperanza de vida alcanzará los 85 años, y entiendo que ésta no debería ser de por sí una mala noticia, si viniese acompañada de un reemplazo generacional apropiado, que es en dónde radica el mayor déficit.
Estos últimos días, se escuchaba decir al joven e inexperto candidato del Partido Popular al gobierno nacional, Pablo Casado, que una de las medidas que plantea y de las políticas que pretende implementar, pasa por derogar la actual reforma de la ley del aborto, aprobada en el año 2010 (hace ya casi diez años), y que venía a actualizar y ampliar, la anterior, del año 85 del pasado siglo XX. Además de arcaico y retrógrado, me resulta ultra conservador y desfasado su discurso, impropio de alguien de su generación, demuestra una falta notable de ideas y de recursos para solventar los problemas demográficos de nuestro país, y también denota un burdo intento por imponer un pensamiento pseudo-religioso que atenta directamente contra la libertad de la mujer y contra sus derechos más básicos. Escuchar esto a golpe de 2019 me da a entender que tenemos un largo recorrido aún por delante para solucionar muchos de los grandes problemas a los que nos enfrentamos como sociedad. ¿Está preparada nuestra generación para ello? Jamás podría apoyar políticamente a un individuo y a un partido que realizan esta clase de planteamientos, y ahora que apelan al apoyo de la masa ciudadana para que se vuelquen en las urnas, y para que se manifiesten en las calles, he de recordar que esas masas las conforman cientos de individualidades, como tú, como yo, y cómo él, y que nuestros votos; el tuyo, el mío y el suyo, cuentan y valen lo mismo. ¡Ay si fuésemos conscientes de esa realidad… y responsables de la misma! ¡Qué distintas podrían llegar a ser las cosas!
Mientras desde ciertos partidos se pretende convertir a las españolas, en una suerte de máquinas reproductoras, otros se plantean qué políticas se pueden aplicar para que conciliar el tener un hijo con la vida laboral, sea más llevadero y más sencillo, como el otorgarles a los padres esa tan necesaria ampliación del permiso de paternidad a 8 semanas que se está tratando de incluir en los presupuestos, esos mismos que nadie parece querer aprobar. Ya saben, para que dos lleguen a un acuerdo primero tienen que dialogar, y eso es algo que hace tiempo que no se lleva a la práctica en el parlamento y el senado de nuestro país.
Ruta del Camino de Santiago – Camino Francés
Volviendo a nuestras costas; Un gallego promedio tiene hoy en día casi 47 años. Me sentí un chaval al leer la noticia. Si supiese a qué juegan los chicos de hoy en día, me sumaba. Lo que pasa es que si bajo ahora a la calle, o voy al parque seguro que no me encuentro ni uno, y además con las canicas y las chapas seguro que me quedo desfasado, más allá de que quizás tendría que afeitarme y estoy muy cómodo entremezclado entre esa horda de barbudos modernos, que recuerdan a los personajes de las series de vikingos, y a los que algunos llaman “hípsters”, que no sé qué es, -ni me importa-. Sí sé que si nunca pertenecí a ninguna tribu urbana, no lo voy a hacer a estas alturas, y menos sabiendo que aún soy un joven cantautor gallego ¡Y yo que ya me había hecho a la idea de perder esa “muletilla” que tanta ilusión me hacía, y con la que siempre me presentaban… ¡Qué años aquellos! Sepan disculpar el ataque nostálgico, pero me entra la melancolía.
“Galicia es el geriátrico de España. El envejecimiento se dispara y los jubilados duplicarán a los jóvenes. Galicia necesita 7.000 nacimientos al año más para volver a crecer. Cada día mueren 36 personas más que las que nacen en nuestra tierra. En quince años tendremos la misma población que a finales de la guerra civil”. Me desayuno estas noticias desde hace años. Los titulares se sirven fríos y medio crudos. El inmovilismo político y social que dibuja una Galicia apesadumbrada, incomunicada, y somnolienta, viene marcado en buena medida, por el envejecimiento poblacional. Los jóvenes tendrían que ser los encargados de proyectar una sociedad de progreso, moderna e innovadora, pero si el peso de la población recae en la generación de aquellos que nacieron a mediados del pasado siglo, en lugar de en jóvenes gallegos veinteañeros y treintañeros, es comprensible la quietud y la zozobra con la que se cocinan los acontecimientos político-sociales en nuestro hogar.
En estos momentos, se dan tres circunstancias juntas que son un combo letal: bajan los nacimientos, hay más salidas que entradas en la comunidad de gente que se traslada a vivir a otras comunidades españolas, y también hay más gente que emigra al extranjero que la que viene a Galicia. No hay dato o estadística a dónde poder agarrarse. Por no apetecer, ya ni apetece moverse por la comunidad teniendo en cuenta que tenemos una de las autopistas más caras de toda Europa para comunicar las dos ciudades más pobladas de nuestro territorio. Todo apunta a un retroceso en la evolución demográfica de 92 años. Lo que rasca un poco, es que la previsión es que el resto de España crezca aproximadamente un 5% en los próximos tres lustros, justo el mismo porcentaje que se presupone que perderá Galicia ¡Con lo bonita que es nuestra tierra! ¿Nadie quiere venir? Normalmente uno, egoístamente, piensa que tampoco es un problema en tu día a día ¿En qué te afecta? Eso escucho decir a unos y a otros. “Si no viene nadie, mejor. Toda la playa para mí” – me decía un conocido. “Ellos se lo pierden” – me comentaba otro. Está bien, acepto eso, pero entonces no nos quejemos luego cuando clamamos que los negocios apenas venden, las comunicaciones están obsoletas, somos los grandes olvidados del estado, o ese tan manido “si quieres (aquí aplican muchos conceptos) tienes que ir a Madrid” que seguramente habréis escuchado en más de una ocasión. Y si, mucha juventud gallega se traslada a Madrid, o a Barcelona, o al extranjero en busca de las oportunidades que aquí no encuentra, quizás por falta de actividad y de proyección. Regresarán (quizás, tal vez) en edad adulta, ya cercanos a la jubilación y encontrarán en la tierra que les vio nacer, el refugio soñado y el retiro anhelado.
A mediados del siglo XIX, la población gallega representaba el 11% del conjunto estatal. Ahora, en plenos años “escuros” a nivel demográfico, estamos en el 5%. Esto repercute también en nuestro urbanismo y en el sector de la vivienda y la construcción. 1 de cada 4 gallegos vive solo. El 25%. A mí me parece triste. ¿Habéis visto esas noticias que salen a veces de que encuentran el cadáver de una persona que murió sola en su casa sin que nadie se enterase hasta meses más tarde, cuando el olor putrefacto de la descomposición alertaba a algún vecino? Pues esto dejará de ser noticia hasta llegar a normalizarse. Lo dicho, una lástima eso de morirte solo.
¿Qué más se puede decir? Hoy he querido reflexionar un poco en voz alta sobre este tema, que al fin y al cabo nos afecta a todos los gallegos de uno u otro modo.
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