
Esta foto es de hace unos meses, cuando empezamos la gira de «Filias y Fobias». Aquí estoy con mi amigo Miguel Castro, uno de los «niños perdidos» con los que tantas veces he compartido escenario.
No he perdido las ganas de seguir subiéndome a los escenarios, es más, es adictivo. Siempre diferente. Siempre único. Cada lugar, cada momento, cada vez que interpretas una de las canciones te muestra un lado distinto, según cómo la encares, cómo te encuentres. A veces incluso ves cosas entre líneas que ni te habías dado cuenta que estaban. Quizás por eso algunas canciones vivan más que los artistas que las componen, porque no mueren nunca. Otras resurgen años más tarde de ser publicadas como si fuesen recientes, tal vez porque la actualidad las pone en la brecha.
Quería hacer canciones desde crío y que cada una fuese completamente distinta a la anterior, hablar de aquello que nadie antes había hablado, o al menos no de la misma forma, no con las mismas palabras, no con el mismo sentido. Parece difícil ¿Verdad? Lo es. Por eso no escribo tan a menudo. A veces una canción me dura meses y meses. Creo que todo está en ella y que no tengo más nada que aportar. Esa sensación es indescriptible. Caigo en ocasiones en la frustración de sentir que mi canción no ha encontrado dueños, que no ha sido escuchada y que entonces nadie ha querido conversar conmigo, lo que agranda ese sentimiento de soledad que tantas veces me ha acompañado.
Además de escribir para mí, para exorcizar mis propios demonios, como ejercicio de liberación, a modo de reflexión, etc. también lo hago para compartirme con otros. Por eso, esta foto recuerdo me encanta, porque me recuerda los buenos momentos que he pasado sobre un escenario con mis amigos, tensiones, dudas y miedos aparte, hay algo de mágico en todo ello.
Mientras buscamos las próximas fechas de conciertos, podéis escucharnos en nuestro perfil de Soundcloud donde están nuestros 3 discos
Más artículos que te pueden interesar